La Carbonara no debería funcionar como sabor.
Demasiada grasa y se vuelve pesada.
Demasiado queso y queda cerosa.
Si se exagera el tocino, todo deriva en un caos salado y ahumado.
Pero cuando se descompone, molécula por molécula, la Carbonara se convierte en un perfil sorprendentemente elegante.
En esta formulación:
Diacetyl (Diacetilo)
La clásica molécula de «mantequilla». Aparece en lácteos, palomitas de maíz y productos fermentados. Una cantidad minúscula proporciona una riqueza cremosa instantánea. Si se usa en exceso, sabe a alguien que derritió una barra de mantequilla en tu lengua.
2-Methyl-3-Furanthiol (2M3F)
El rey del azufre carnoso. Es la razón por la que el tocino sabe a tocino en lugar de a cartón salado. Ridículamente potente, tostado, sabroso… tu nariz lo nota incluso antes de que tu cerebro se dé cuenta.
Dimethyl Trisulfide (DMTS)
La columna vertebral sabrosa, a cebolla cocida a fuego lento. Huele horrible de forma aislada, pero es mágicamente delicioso en los alimentos.
Es indulgencia construida a partir de la estructura, no de la suerte.
Y es por eso que este sabor aterriza en lugares que nunca esperarías:
no solo salsas o bechamel, sino también muffins salados, recubrimientos para snacks e incluso comidas preparadas que buscan un realce umami sin la bomba de sodio.
Cremoso. Tocino. Cebolla. Cocido.
Un clásico romano destilado en un sabor líquido, natural y estable, listo para la formulación.