Recuerdo haber abierto un frasco de pumpkin spice en el laboratorio.
Canela, clavo, nuez moscada… y una dulzura suave de vainilla.
La sorpresa: no hay calabaza, solo cuatro moléculas en un equilibrio frágil.
Si lo pierdes, tu café sabe común.
Si lo logras, has embotellado el otoño.
Pero alcanzar ese equilibrio requiere trabajo.
Nuestro equipo de Investigación e Innovación pasa semanas asegurando que el primer sorbo de septiembre sepa igual que el de diciembre. La estabilidad, no la magia, mantiene viva la memoria.
Esto hace pensar en cuántas cosas damos por sentadas son en realidad el resultado de un cuidado oculto. Un sabor. Un recuerdo. Una estación en una taza.
Cuando piensas en pumpkin spice, ¿qué se queda contigo: el calor, el picor, la profundidad o la dulzura?